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Memoria en corcheas de medio siglo. Ángel Julián Rubio

Memoria en corcheas de medio siglo

Angel Julián Rubio tuvo en Astorga una de las tres únicas imprentas de textos musicales de España

Pocos conocen que en Astorga, durante muchos años de la primera mitad de este siglo estuvo una de las tres únicas imprentas de textos musicales que existieron en España. En la calle La Cubera, hoy Martínez Salazar, Angel Julián Rubio, sepultado en libros y en su pasión por la música, transcribió a mano y reprodujo por rudimentarias técnicas litográficas miles de textos musicales para todo el país desde 1922 hasta 1950.

Del taller de Angel Julián salían textos musicales gracias a un procedimiento extraordinariamente laborioso: transcribía a mano todas y cada una de las notas en un papel especial que se fabricaba en Alemania llamado Perure. En este papel, los escritos con una tinta especial, tenían la rara cualidad de tardar mucho tiempo en secarse. Así, cuando la partitura recién escrita estaba aún fresca, Angel Julián la pasaba a una piedra de litografía o a una plancha de zinc que ya permitía reproducir de forma seriada los textos copiados ayudado de una prensa de mano.

Angel Julián, su imprenta y su singular actividad, tienen a su alrededor cientos de anécdotas, muchas de ellas derivadas del hecho de ser el único lugar, durante la mayor parte de la Guerra Civil, en la que en la zona nacional, se podía imprimir música, ya que tanto Barcelona como Madrid estaban en zona republicana. Así, recién estallada la guerra, Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo llegaron a Astorga enviados desde León a la imprenta de Nicesio Fidalgo, editor de La Luz y reconocido hombre de derechas para imprimir los Veintisiete puntos de Falange Española. Fidalgo decidió no aceptar el encargo porque no se fiaba de sus propios trabajadores, de tendencias izquierdistas, pero acompañó a los jerarcas falangistas a la imprenta de Angel Julián. Allí, y en técnica litográfica, se imprimieron los famosos Veintisiete puntos con un pie de imprenta falso de un supuesto taller sito en la calle Marqués de Cubas de Madrid para prevenir posibles vaivenes en la inestable situación política de la época.

Durante el Movimiento se produjo en el taller de Angel Julián una de las partituras, que junto a la música del NO-DO más han identificado al régimen de Franco: la sintonía que anunciaba el diario hablado de Radio Nacional, que se empezó conociendo como El Parte porque durante la Guerra emitía de forma prácticamente exclusiva el parte de guerra del Cuartel General del Ejército Nacional. Esta sintonía fue recuperada por el Padre Nemesio Otaño que llegó a Astorga para imprimirlo. En un piano que había comprado el propio Angel Julián y en el que había tocado en el siglo pasado nada menos que la reina Isabel II en su visita a la ciudad, se instrumentaron algunos compases que sirvieron para dar forma definitiva a esta música de origen, al parecer, medieval.

En la imprenta de la calle La Cubera 9 se imprimieron himnos, cantos de Flechas y Pelayos… Prácticamente todas las músicas de la época del bando nacional y también muchos textos no musicales, encontraron acomodo en el recoleto espacio de este taller de impresión.

Pero esta época de músicas teñidas de política en la convulsa España del final de los años 30 fue sólo un episodio de la dilatada producción del taller de impresión. El grueso de los primeros encargos que salieron de la imprenta durante los años 20 y principios de los treinta se dedicó al cine mudo. El invento que cautivaba al mundo se acompañaba entonces en ciudades de cierta importancia por música en directo al piano e incluso por orquestas. Para este acompañamiento musical, Angel Julián hizo grandes remesas de partituras que serían interpretadas en la penumbra del curioso y entonces balbuceante desarrollo del invento de los Lumiére.

El músico

Angel Julián tenía música en sus venas. Desde muy niño estudió solfeo, piano y armonía bajo la dirección del Maestro de Capilla de la Catedral, Venancio Blanco y con sólo 16 años, atraído por la rutilante bohemia parisina inició una fuga con el que después sería su cuñado, Conrado Velasco (padre del famoso músico y violinista como él) que terminó en San Sebastián, desde donde las autoridades los devolvieron para Astorga. Con todo al dúo astorgano de piano y violín, le dio tiempo a realizar algunos bolos por el norte de España antes de que los facturasen de regreso para el hogar paterno.

En Astorga desempeñó la plaza de contrabajista en la propia catedral, y en un currículo, acta de una sesión del Ayuntamiento, se recogen sus concursos para dirigir bandas de música en Bermeo, en Cangas de Tineo, en Villada, en Pontevedra, en Tenerife (cuya plaza ganó, pero nunca se desplazó allí), su trabajo como director del orfeón de Mieres y de otras formaciones de esta villa asturiana; de la banda de Benavides, de Vega de Ribadeo, y como músico en Orense o en la propia Astorga, donde además, realizó una importante labor docente tanto en la propia banda, que dirigió de forma accidental en torno a los años 20, como en el Hospicio o en el Centro Instructivo de la ciudad.

Esta ajetreada vida de músico se sedentarizó cuando en 1922 abrió la imprenta con la intención de especializarse en un oficio que legar a su hijo, que había nacido hacía pocos años. Angel Julián no dejó en ningún momento la música de lado a pesar de que ya no se ganaba la vida interpretándola. Su labor de composición y producción continuó dando ejemplos muy notables. En su haber se incluyen tres zarzuelas de gran valor: La duquesa Perifollos, El precioso alijo y una versión lírica de la obra de Cervantes El celoso extremeño. La primera de ellas estuvo a punto de ponerse en escena en el teatro Calderón de Madrid, pero el montaje costaba 25.000 pesetas de la época y el asunto se quedó aparcado por falta de dinero. Además, Julián, componía continuamente pequeños divertimentos que, a modo de sainetes musicales se mostraban en los teatros de la efervescente Astorga de los años 20. Es reseñable también su importante labor de composición de piezas para orquesta y banda, entre ellas la fantasía de concierto Mosaico español, cuyas partituras tiene depositadas la banda municipal.

El intelectual

Julián era un intelectual pluridisciplinar. Su biblioteca, formada por cientos, acaso más de un millar de volúmenes, tenía ejemplos tan raros como notables de ediciones que se remontaban al siglo XVII. Escribió asimismo obras de teatro (su labor como dramaturgo ha sido recopilada por Luis Alonso Luengo) y los libretos de sus propias zarzuelas. La imprenta de la calle La Cubera alimentaba, además, la vida cultural de la ciudad con una tertulia de rebotica en la que participaban dos de los miembros más selectos de la curia del obispo Senso Lázaro, José Huerta y Melitón Amores, miembros de la comunidad redentorista como Sot‚s, Arroyo o Mar¡n, y el pintor astorgano Monteserín, que había vivido la bohemia parisina y que era aficionado a poner los “dientes largos” a su amigo el músico impresor que sólo pudo llegar a San Sebastián.

Angel Julián Rubio es uno de esos astorganos anónimo y universal, de cuya obra se sabe poco en Astorga pero que hizo época en una industria como la impresión que a lo largo de este siglo ha sido santo y seña de la ciudad. Su condición de artista pudo con mucho a la de hombre de empresa. Muchos de sus trabajos no se cobraban, y cuando se cobraban, era a precios realmente módicos que terminaban convirtiendo los libros de cuentas en una paradoja de donde difícilmente se podía explicar que de tanto trabajo saliese tan poco dinero.

Enrique RAMOS CRESPO

Publicado en El Faro Astorgano, junio de 1.997

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