Caja de Tipos de la Imprenta Musical de Talleres Gráficos Astorga de Ángel Julián Rubio 1920 a 1950_11

El tesorillo musical de Ángel Julián Rubio

Ayer se publicó en astorgaredaccion.com un escrito en el apartado MISCELÁNEAS ASTORGANAS de Juan José Alonso Perandones como homenaje a la imprenta musical de Ángel Julian Rubio, una de las tres únicas imprentas musicales existentes en España durante la primera mitad del siglo XX.

JUAN JOSÉ ALONSO PERANDONES 

El verano ha irrumpido con un fogonazo de calor y, tanto ayer, como hoy, ocho de julio, al declinar la tarde, ahora que se agotan las siete, el Teleno es una lengua de fuego, pero aquí, en el Jardín, reina la umbría y corre un vientecillo templado. Mely Blanco Julián, Mely, no se hace esperar, y, como acostumbra, llega con brío y con esa elegancia que solo alcanza quien posee estilo propio y gusta de la sencillez. Cierto es que a propósito de los actos que el Ayuntamiento tributó a su abuelo Ángel Julián Rubio, en las fiestas de agosto de 1997, de la mano de Ignacio Climent y José Antonio Carro, pudimos conocer a este polifacético astorgano, en cuya persona  se resume la vida social y cultural astorgana de los años finales del XIX y de  la primera mitad del siglo XX: bibliófilo, fundador de periódico y revista, músico y compositor, dramaturgo y poeta, artífice de una imprenta con diseño propio (para envoltorios y publicidad de mantecadas,  chocolates…); digo bien, Talleres Gráficos-Julián-Astorga, con la demasía de su impresión  musical, celebrada hoy en día como un arte  equiparable, por rudimentario, por su minuciosidad, al  de un iluminador medieval. 

De la foto que hasta este momento solo había tenido a mi alcance de un Ángel Julián no es su espesa barba y tupida cabellera las que me habían llamado la atención, sino la chispa de sus ojos, esa mirada penetrante con la que algunos nacen y que se les aviva con las cicatrices de la vida; al igual que Mely, pues el tiempo no ha marchitado el brillo y la viveza de sus ojos, y menos aún su capacidad para afrontar la bonanza y la malaventura que la vida, según la suerte de cada cual, va dejando en nuestro tránsito.  Como son otros los  matices que yo pretendo conocer de su abuelo, no le pregunto por sus obras poéticas, musicales, dramáticas, porque ya nuestro cronista, don Luis, a ellas dedicó generosas páginas  en  su Historia del teatro en Astorga; y José Antonio Carro,  Enrique Ramos Crespo y Martín Martínez sendos artículos y reseña biográfica, publicaciones todas ellas de interés y de fácil acceso; a buen seguro, además, que en el nuevo homenaje y agradecimiento que el Ayuntamiento tributará a él y a su familia en este agosto serán recordadas. Comentamos cómo hay varios momentos en la vida de Ángel Julián que determinaron su destino: la crianza con sus cuatro tíos solteros,  la saga de los Rubio Silva (el único casado, junto a su madre, Eulogia, fue Tomás Rubio, con fábrica de  chocolates y mantecadas La Perla Astorgana desde 1850 en el camino de Nistal). Su abandono del Seminario a los doce años con el calificativo de “reprobatus”, su formación musical con el maestro de capilla Venancio Blanco, su labor de ayudante en la escuela de párvulos que su tío Manuel Rubio regentaba en los bajos del caserón (en La Cubera, 9, actual Martínez Salazar, hoy  reemplazado por un  nuevo edificio con original homenaje en su alero). Su matrimonio con Florinda Velasco, el establecimiento de la imprenta, una vez que han fallecido sus padres y tíos maternos, en la citada casa familiar. Y su misantropía.

Porque le recuerdo  a Mely que cuantos conocieron a Ángel Julián han destacado junto a su generosidad,  su misantropía, su apartamiento, y los más versados cómo su vida, dado su singular talento, fue en parte una oportunidad perdida, por su afincamiento en nuestra ciudad, por su fidelidad a su familia… Aludíamos antes a las cicatrices de la vida, la más profunda, para Ángel Julián, la muerte con 44 años, en 1933, de su esposa, Florinda Velasco, nunca se cerró internamente del todo; pues juntos  habían compartido la afición dramática (a ella, con dotes de  actriz,  había dedicado tres años antes de su matrimonio en 1907 el drama social Traineros y Jeiteros); y sucedió en momentos de plenitud, con sus tres hijos, Eulogia y Amor,  jóvenes, y Ángel, un niño de once años. Pero es ésta otra etapa  de su vida, hasta su fallecimiento a los setenta años en 1952. La vitalidad, la precocidad y la capacidad de adaptación de Ángel Julián en su adolescencia y juventud  son sorprendentes: a los 17 años ya había escrito cinco obras literarias de tono diverso, y ocho más antes de los 25. Fue un joven inquieto, con capacidad de defender su obra y desafiar en 1899 desde la revista El Céfiro al señor director de El Heraldo Astorgano. A los 18 años con su amigo, y posteriormente cuñado, Conrado Velasco, se fugará e iniciará una gira de conciertos con el deseo de llegar a  París; propósito frustrado al reclamarlo su familia. Hasta que se asienta definitivamente en Astorga en el año 20 y abre su imprenta, ha desempeñado diversos  oficios musicales, para sociedades de recreo,  la orquesta catedralicia,  Capilla Musical de Santa Cecilia y parroquia de Santa Marta, en Astorga;  para el Regimiento Asturias, para  Sociedades, Agrupaciones, Salones  y  bandas municipales, parroquias y casinos, en Madrid, Benavides de Órbigo, Vega de Ribadeo, Mieres, Orense.¡Orense!, como París, otra oportunidad,  que en esta ciudad le ofrecen, y que él desechará, la de sustituir para la compañía del Teatro Real de Madrid al gran pianista Raffaele Terragnolo. ¿Misantropía? Mely bien dice antes de despedirse que no, que son las costuras de las cicatrices de la vida, algunas ligadas a la muerte de nuestros seres queridos, otras a la ruina, a veces todas juntas, como le sucedió a su abuelo Ángel Julián a partir de los años 30.

Zancuda y Colasa hace un rato repicaron las nueve y la lengua de fuego rompe en cascada hacia la ladera oculta del Teleno. Mientras camino por la muralla me recreo en la mente y en las manos  de un Ángel Julián capaz de superar a Terragnolo cuando con su piano, absorto del patio de butacas, improvisaba tristeza, alegría, desesperación y templanza en las primeras películas, mudas, del Cine Velasco. Apuro el paso, pues  tengo interés por ver en mi ordenador un envío de nuestro también querido director (nunca quien muestra su valía y cariño por la ciudad deja de serlo del todo) Ignacio Climent: sus fotos personales, desmenuzadas, del tesorillo musical de Ángel Julián, que su hijo Ángel se llevó para Villanueva de Castellón,  que conservó como oro en paño y que su viuda, Amor Mena, le entregó con el fin de que dispusiese cuál habría de ser el mejor destino para  bien tan preciado. Nacho, así de  familiar es para nosotros, lo ha entregado al Ayuntamiento, y su depósito para exposición ha de ser la casa de los Panero (junto al patrimonio de Evaristo Fernández Blanco). Como he verificado con anterioridad en la Academia  (donde este bien está ahora custodiado), es una caja de madera francamente valiosa, con su aldaba, de pequeñas dimensiones (27,5 x 13,5; 9,5 de alto), y  dentro contiene los plumines y los punzones fabricados de forma artesanal en Alemania, rematados con  claves, sostenidos, bemoles y becuadros en bronce. Útiles no para un moderno impresor, sino para un iluminador medieval, con grandes dotes de  dibujante y músico. Este tesorillo, con sus punzones y plumines para la elaboración de una impresión artesanal, consistente  en traspasar el dibujo en tinta fresca sobre papel “perure” a una piedra o plancha de zinc, fue su cultivada pasión, ruinosa económicamente, pero capaz de colmar su talento musical y artístico y, quizás, de aventar ocasionalmente las cicatrices de su  vida.

musicalastorga

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